jueves, 1 de marzo de 2012

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO LI. LAS CONSTITUCIONES DEL GRAN GOBERNADOR SANCHO PANZA





Aquella mañana se levantó Sancho y volvió a sufrir la crudeza de la dieta del doctor Pedro Recio de Tirteafuera porque sólo le permitía desayunar un  poco de conserva y cuatro tragos de agua fría. Hambriento como estaba, tuvo que juzgar el siguiente caso: Unos jueces han oído hablar del talento que reflejaban sus sentencias. A ellos se les ha presentado un caso y no saben qué decidir. Mandan a un mensajero para que le plantee a Sancho el problema y diga la solución. En un lugar, cuatro jueces velaban para que se cumpliera una ley que a la entrada de un puente decía: “El que cruce este puente debe jurar adónde va y a qué va. Si lo que ha jurado es verdad, le deben dejar pasar; si es mentira debe morir en la horca”. Un hombre juró que, por el juramento que hacía, iba a morir en la horca. El hombre cruzó el puente y lo jueces reflexionaron sobre el juramento que había hecho, habían llegado a la siguiente conclusión: si el hombre dice que va a morir en la horca es porque no ha dicho la verdad y por lo tanto debe morir; pero como dice que va a morir en la horca, dice la verdad, y por lo tanto, debe quedar libre: le piden a Sancho que dé su opinión sobre cómo deben los jueces actuar ( la pregunta que se formula a Sancho pertenece a un tipo de paradojas o aporías que han venido planteándose desde los orígenes de la filosofía griega). Sancho argumentó que había las mismas razones para condenarlo que para salvarlo, por lo tanto lo debían dejar pasar libremente, “pues siempre es alabado más el hacer el bien que el mal” y don Quijote ya le había aconsejado que “cuando la justicia estuviese en duda me decantase y acogiese a la misericordia”. El mayordomo se admiró de su sabio entendimiento y dio orden de que se le diese de comer lo que le apeteciera.

Después de comer llegó una carta de don Quijote y, Sancho le mandó a su secretario que la leyese. Le decía don Quijote que le daba gracias “al cielo porque del estiércol sabe levantar los pobres, y de los tontos hacer discretos”. A continuación le sigue dando consejos: “el buen adorno de la persona que está puesta en graves cargos ha de ser conforme a lo que ellos piden…Vístete bien, que un palo compuesto ( adornado, arreglado) , no parece palo…

Para ganar la voluntad del pueblo que gobiernas, entre otras has de hacer dos cosas: la una, ser bien criado con todos (agradable con todos); y la otra procurar la abundancia de los mantenimientos, que no hay cosa que más fatigue el corazón de los pobres que el hambre y la carestía.

No hagas muchas pragmáticas,  (decretos), y si las hicieres, procura que sean buenas, y sobre todo que se guarden y cumplan, que las pragmáticas que no se guardan lo mismo es que si no lo fuesen.

Sé padre de las virtudes y padrastro de los vicios. No seas siempre riguroso, ni siempre blando, y escoge el medio entre estos dos extremos. Consuela a los presos; es coco (asusta) a los carniceros, que por entonces igualan los pesos (pesan correctamente).No te muestres …codicioso, mujeriego ni glotón; porque en sabiendo el pueblo y los que te tratan tu inclinación determinada, por allí te darán batería (te atacarán).

Escribe a tus señores y muéstrateles agradecido, que la ingratitud es hija de la soberbia”.

Terminaba la carta don Quijote diciendo que pensaba dejar pronto aquella vida ociosa, a pesar de que los señores le han propuesto un negocio, pero él quería seguir siendo fiel a su profesión, según “Amicus Plato, sed magis amica veritas” (Platón es amigo, pero es más amiga la verdad, es decir, hay que actuar de acuerdo con la verdad, no siguiendo las amistades o conveniencias)

Sancho respondió inmediatamente, por medio de su secretario.  Le dice que está muy ocupado, pues no tenía tiempo, según él, ni para rascarse la cabeza; le comenta el hambre que pasa, debido a las dietas del doctor Pedro Recio, natural de Tirteafuera; le pide que evite problemas con los duques porque repercutiría en su gobierno y, por último, que le cuente cómo están su mujer, su casa y sus hijos.

Terminada la carta empezó Sancho a dictar unas ordenanzas sobre el buen gobierno que consistieron en prohibir la especulación con los alimentos de primera necesidad; moderar los precios, ponerle tasa a los salarios; prohibir los cantares lascivos y las coplas de ciego que cantaban milagros. Creó un alguacil de pobres, no para que los persiguiese, sino para que comprobasen si en realidad lo eran.

Estas buenas ordenanzas se guardan en la ínsula con el nombre de “Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza.  (La mayoría de estas disposiciones, comenta Francisco Rico, tiene paralelos en la legislación de la época ). 



Comentario
Para el historiador Jean Marc Pelorson, en la lectura que hace de este capítulo, todas estas medidas se corresponden con las que el jurista español del siglo XVI Jerónimo Castillo de Bobadilla,  vinculado a la Universidad de Salamanca, recomendaba a los corregidores reales para hacer respetar las leyes vigentes, castigar los fraudes de los comerciantes, garantizar el orden público, desenmascarar a los pobres fingidos...etc 

En el capítulo se prolongan las buenas prácticas de Sancho, sus sabios consejos y ordenanzas sobre el buen gobierno, en clara concordancia con El Reloj de Príncipes, de Antonio de Guevara, 1529 que, por supuesto, Cervantes conocía.   A Sancho, como juez,  le presentan una variante de la célebre paradoja de Epiménides, también conocida como paradoja del mentiroso. Sancho recurre para resolverla a principios de moral cristiana: cuando la justicia estuviese en duda, decántate por la misericordia, recordando el consejo de su mentor.

A partir de aquí continúa don Quijote proponiéndole consejos en la línea de los que antes le dio. Termina con las ordenanzas que aparecen en sus famosas Constituciones del gran gobernador Sancho Panza.

Uno de los estudios que encuentro más significativos sobre la visión que Cervantes tenía del derecho y que sirve para explicar su sentido de la justicia, es el del profesor Enrique Viñó Undabarrena en, Cervantes y su vocación al Derecho. El autor sostiene la tesis, y demuestra, que “A través de la ironía y la sátira, Cervantes realiza una premonición hacia una más depurada realización humana de la justicia”. Cervantes enfoca la justicia desde la moral cristiana.

Las ordenanzas que Sancho mandó que se guardasen en la ínsula reflejan según  el historiador, miembro de la Real Academia de la lengua R. del Arco y Garay, en La sociedad española en la época de Cervantes, la armonización de las directrices del Concilio de Trento, 1563 y las que el Consejo de Castilla dictaría en 1620, es decir cinco años más tarde de la publicación de la 2ª parte, para observancia de las reformas de las costumbres pedidas por el Concilio de Trento.

Su programa reformador se concreta en las siguientes normas:

1.       Se prohíbe especular con los alimentos de primera necesidad. Parece ser que la reventa era práctica habitual en la época y estaba relacionada con la usura y el lucro indebido.  “…ordenó que no hubiese regatones de los bastimentos en la república”. Los regatones hacían venta por menor de bastimentos o provisiones básicas para el sustento de la ciudad.  Sobre esto dictó el Consejo de Castilla “No vendan por las calles, ni por las tiendezuelas los que puedan trabajar…los regatones son ladrones públicos, castíguense como tales.

2.       Se autoriza el libre comercio.-“Se ordenó que pudiesen meter en ella (en Barataria) vino de las partes que quisiesen, con aditamento que declarasen el lugar de donde era, para ponerle el precio según su estimación, bondad y valor”.

3.       Control de precios:” Desde un punto de vista distinto al de Viñó Undabarrena, el catedrático e hispanista de la Universidad de la Sorbona Pierre Vilar, en El tiempo del Quijote, dice: “Duras realidades las del año 1600. En la cumbre de la gran subida de los precios del siglo XVI, en la que España ha marchado a la cabeza, el alza se exaspera repentinamente. El trigo andaluz pasa de los 430 maravedís por fanega en 1595 a 1401 en 1598; el trigo castellano, de 408 en 1595 a 908 en 1598”. Con este panorama parece lógico pensar en una mínima intervención en la economía, lo que hoy en día llamaríamos economía mixta. En esta línea dice: “Moderó el precio de todo el calzado, principalmente el de los zapatos, por parecerle que corría con exorbitancia

4.       Control de salarios. La inflación había puesto los precios por las nubes. Pierre Vilar, citando al catedrático de la Universidad de Cambridge Hamilton, dice: “Un hortelano de Castilla que cobraba 3470 maravedís en 1599, percibe 9000 en 1603. De 1601 a 1603, el “salario real” del trabajador español hace un salto en su historia.”. Con esas tasas de inflación, no es de extrañar, que Sancho avanzara ideas sobre economía que se consideran necesarias para ordenarla, tal y como ocurre hoy en día.  Sobre el control de salarios dice: “Puso tasa en los salarios, que caminaban a rienda suelta por el camino del interés”.

5.       Sobre costumbres: a) Los cantares lascivos y de ciego. A estas obras anónimas, que tanta importancia tienen en los estudios de Bajtin, le dedicó también Sancho una ordenanza diciendo: “…puso gravísimas penas a los que cantasen cantares lascivos y descompuestos…; ordenó que ningún ciego cantase milagro en coplas si no trujese testimonio auténtico de ser verdadero”. También fueron prohibidos por las Ordenanzas de los Alcaldes de Casa y Corte, de 1585 ( Undabarrena). Recordemos que el amo del Lazarillo “decía saber oraciones para muchos y diversos efectos: para mujeres que no parían, para las que estaban de parto, para las malcasadas”.

6.       El problema de la mendicidad: el alguacil de pobres. Era frecuente que pícaros se hiciesen pasar por personas necesitadas, mostrando impedimentos físicos que eran engañosos. Ya en las Cortes de Valladolid de 1555 habían solicitado que en todos los pueblos hubiesen “padres de pobres para darles en que trabajen los que puedan para ello, y los otros remedien y curen conforme a las provisiones e instrucciones que para ello están dadas”. Con anterioridad, Luis Vives, había publicado en 1526 (De subventione pauperum (para la ayuda de los pobres), una obra que tuvo influencia en toda Europa y, por supuesto, en Cervantes: Muñoz Machado, op. cit. págs 426-435).  Sancho se hace eco del problema: “Hizo y creó un alguacil de pobres, no para que los persiguiese, sino para que los examinase si lo eran, porque a la sombra de la manquedad fingida y de la llaga falsa andan los brazos ladrones y la salud borracha”.

Estas intuiciones cervantinas se perciben con mayor acuidad y transparencia cuando se mira la economía del presente


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