miércoles, 12 de octubre de 2011

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO XIX. BASILIO Y LA RENOVACIÓN DE LA FÁBULA DE PÍRAMO Y TISBE. TRIUNFO DEL INGENIO


Al poco de alejarse don Quijote de la casa de don Diego de Miranda se encontró con dos estudiantes y dos labradores, subidos en sus asnos, que al verlo se sorprendieron de su figura. Don Quijote los saludó y, después de unirse al grupo de los cuatro, porque llevaban el mismo camino, se presentó diciendo quién era y en lo que se ocupaba: a los labradores todo esto les resultaba incomprensible.

Uno de los estudiantes lo invitó a que los acompañara a una de las bodas más importantes que se iban a celebrar, no lejos de allí: habría "danzas de espadas" y de “cascabel menudo” (las unas se bailaban entrechocando las espadas al compás de la música; las otras con acompañamiento de cascabeles en las piernas o en las manos),   y también había muchísimos zapateadores. Se casaba Camacho “el rico” con  Quiteria “la hermosa”; aunque están hechos el uno para el otro, los que conocen sus linajes dicen que el de Quiteria aventajaba al de Camacho, pero el dinero puede con todo, pues “las riquezas son poderosas de soldar muchas quiebras”. Le dijo el estudiante que las bodas iban a ser famosas, no sólo por la riqueza con que el novio se disponía a agasajar a los invitados, sino por el despecho que había sufrido el antiguo novio de Quiteria, Basilio. Tal desesperación le recordaba los amores olvidados de Píramo y Tisbe (amantes legendarios de la mitología griega y romana). Basilio, el mozo más completo que se conoce en la zona, tanto en sus cualidades físicas como psicológicas, se enamoró de Quiteria desde muy joven, pero carecía de fortuna.  El padre de la joven, llegado un momento le impidió la entrada en su casa y le ordenó a su hija que se casara con Camacho “el rico” porque tenía más bienes.

Cuando don Quijote oyó la descripción de las cualidades de Basilio, comentó que era merecedor de casarse no solamente con Quiteria, sino con la misma reina Ginebra. Sancho, que oyó lo que dijo don Quijote, le advirtió de que su mujer no era del mismo parecer, pues, según ella, cada uno debe seguir el refrán de “cada oveja con su pareja” (cada uno se debe casar con los de su categoría y con los que tenga gustos parecidos). Sancho cometía prevaricaciones lingüísticas al hablar, las justificaba con refranes y defendía el matrimonio por amor. Don Quijote respondió que no era de ese parecer, pues “si todos los que se quieren se hubiesen de casar, quitaríase la elección y jurisdicción a los padres de casar sus hijos con quien y cuando deben, y si a la voluntad de las hijas quedase escoger los maridos, tal habría que escogiese al criado de su padre (…) que el amor y la afición con facilidad ciegan los ojos del entendimiento, tan necesarios para escoger estado, y el del matrimonio está muy en peligro de errarse, y es menester gran tiento y particular favor del cielo para acertarle. (…) La de la propia mujer no es mercaduría que una vez comprada se vuelve o se trueca o cambia, porque es accidente inseparable  ( cualidad accidental, pero ya irrevocable) , que dura toda la vida: es un lazo que, si una vez le echáis al cuello, se vuelve en nudo gordiano ( que sólo se puede cortar, no desatar) ,  que, si no le corta la guadaña de la muerte, no hay desatarle”.

A lo anterior añadió uno de los estudiantes que cuando perdió a Quiteria, Basilio, daba la impresión de que había perdido el juicio. Intervino Sancho, una vez más,  para decir que “Dios, que da la llaga, da la medicina. Nadie sabe lo que está por venir: de aquí a mañana muchas horas hay (…); yo he visto llover y hacer sol, todo a un mismo punto; tal se acuesta sano la noche, que no se puede mover otro día. Y díganme: ¿por ventura habrá quien se alabe que tiene echado un clavo a la rodaja de la fortuna ( nadie puede parar la rueda de la fortuna, es decir, el vaivén de la vida) . No, por cierto; y entre el sí y el no de la mujer no me atrevería yo a poner una punta de alfiler, porque no cabría. (…) El amor, según yo he oído decir, mira con unos ojos que hacen parecer oro al cobre, a la pobreza riqueza, y a las lagañas, perlas”.

Increpó don Quijote a Sancho por haber volcado tantos refranes, llamándolo “prevaricador del buen lenguaje”. Sancho se disculpó diciendo que no había estudiado en Salamanca.

A las razones de Sancho, añadió el licenciado que  “no pueden hablar tan bien los que se crían en las Tenerías y en Zocodover (barrios de mala fama de Toledo; tenerías: taller donde se curten las pieles) como los que se pasean casi todo el día por el claustro de la Iglesia Mayor, y todos son toledanos. El lenguaje puro, el propio, el elegante y claro, está en los discretos porque hay muchos que no lo son, y la discreción es la gramática del buen lenguaje, que se acompaña con el uso. (…) he estudiado en Salamanca y pícome ( presumo) algún tanto de decir mi razón con palabras claras, llanas y significantes”.

El otro estudiante, que se llamaba Corchuelo y era el más fuerte, después de ofenderle por las explicaciones que había dado su compañero,  lo retó a que demostrase el arte de su espada. Don Quijote quiso actuar como árbitro. El duro enfrentamiento se resolvió con la victoria del más diestro, demostrándose así cómo el arte vence a la fuerza.  El bachiller Corchuelo quedó extenuado. Se levantó y abrazó a su compañero. Anochecía y se dirigieron al pueblo donde se celebraría la boda. En el prado cercano sonaba la música, corría la alegría y saltaba el contento. Todos se disponían para celebrar las bodas del rico Camacho y las exequias de Basilio. Don Quijote, fiel a su costumbre, y contra la voluntad de Sancho, prefirió dormir en el campo, antes que en el poblado.



Comentario 

1. El catedrático de Literatura Española de la Universidad de la Sorbona, especialista en el Quijote, Agustín Redondo, comenta este capítulo, incluyéndolo en la metáfora del camino, como elemento de sociabilidad, que tanta importancia tiene en la obra.
Las bodas de Camacho (II,  19-21), interrumpen las aventuras de don Quijote, a pesar de la crítica que se le hace a las novelas intercalada en (II, 3), pues recordemos que cuando Sansón Carrasco visita a don Quijote y este le pregunta por la opinión que la gente tiene de la primera parte, advierte Sansón que algunos se han quejado de las novelas intercaladas. Aquí, en la segunda parte, serán unidades narrativas, coherentes con la trama del relato.
En su camino a Zaragoza se encuentran y son acompañados nuestros protagonistas por dos estudiantes y dos labradores. Uno de los estudiantes los invitan a que asistan a unas bodas que se iban a celebrar cerca de allí entre el rico Camacho y la hermosa Quiteria. Cuando se nos cuenta la historia de los amores desdichados de Quiteria, enamorada de su apuesto vecino Basilio, se nos da entrada a una versión renovada de la fábula de Píramo y Tisbe. 
En el diálogo, Sacho comete prevaricaciones idiomáticas y don Quijote lo corrige diciéndole que "discreción es la gramática del buen lenguaje".  De aquí se pasa al tema de la naturaleza y el arte y se resuelve con el triunfo de la primera, se ejemplifica con el duelo entre los estudiantes, ya explicado en el resumen.

2. Este capítulo, de acuerdo con el cervantista y profesor de la universidad de Nueva York, Joaquín  Casalduero, a quien sigo en el  comentario,  nos muestra el pensamiento de Cervantes sobre el  arte que, a su vez, es la opinión de su época.  De entrada se nos dice que don Quijote se encuentra con dos estudiantes y dos labradores. Los dos primeros se oponen entre sí porque el primero conoce mejor el arte de la espada que el segundo. Los labradores se oponen a los estudiantes por la rusticidad de los segundos, frente a la cultura de los primeros. Nos dice Cervantes que cuando don Quijote dijo que se llamaba “don Quijote de la Mancha” y por apelativo “el Caballero de los leones”, a los labradores “era hablarles en griego o en jerigonza” (en una lengua extraña)

Después de la presentación, uno de los estudiantes lo invitó a las bodas de Camacho “el rico”. Estas bodas eran interesantes, no solamente por la riqueza del contrayente, sino por la tristeza del despechado Basilio. Dicho personaje le recordaba al estudiante la fábula de Píramo y Tisbe: “Es este Basilio un zagal vecino del mismo lugar de Quiteria, el cual tenía su casa pared y medio de la de los padres de Quiteria, de donde tomó ocasión el amor de renovar al mundo los ya olvidados amores de Píramo y Tisbe”. Recordemos que, según el mito,  los dos personajes mueren por amor cuando huyeron  de sus casas para encontrarse junto al monumento de Nino, al lado de una fuente. De esta manera, Cervantes nos trae la tragedia de este mito a la época Barroca, pero dándole un desenlace diferente:  el arte, aquí,  se opone a la Naturaleza, resolviéndose dicho contraste con una victoria del primero.  

A continuación viene el diálogo entre Sancho y don Quijote sobre la influencia que los padres deben tener en la elección y jurisdicción de casar a sus hijos “con quien y cuando deben”. Sobre el matrimonio nos dice que “es un lazo que, si una vez le echáis al cuello, se vuelve en el nudo gordiano, que, si no lo corta la guadaña de la muerte, no hay desatarle”. Lo anterior es un reflejo de las costumbres de la época. Frente a esto se sitúa la opinión de Sancho, tomando partido por “que se casen los que bien se quieren”; comete ciertas prevaricaciones lingüísticas: “friscal por fiscal”, que le sirven a don Quijote para introducir el tema de la pureza de la lengua. 

En el capítulo se desarrolla el tema del matrimonio por amor y el matrimonio concertado. El matrimonio hasta el concilio de Trento (1545-1563) tuvo varias formas: a) el matrimonio secreto, era una relación estable; b) la barraganía, también regida por la leyes y tenía efectos sobre los hijos nacidos. Normalmente se establecía entre personas de diferente condición social; c) por último, el amancebamiento; éste tenía meramente carácter ocasional. "Cervantes, en diversas obras hace elogios del matrimonio sacramental. La Iglesia católica, concluido el Concilio de Trento, hará una fuerte campaña en favor de la eliminación de cualquier otra relación distinta de la consagrada en el solemne matrimonio, celebrado ante el párroco y en presencia de dos testigos. También recuerda don Quijote la importancia de pedir consejo antes de contraer matrimonio" . Un desarrollo amplio del tema lo encontramos en Muñoz Machado. op. cit. págs 489-532

A continuación se nos presenta el enfrentamiento entre el estudiante que domina el arte de la espada y el que representa la fuerza. Vence el primero: “el cual testimonio sirve y ha servido para que se conozca cómo la fuerza es vencida por el arte”.

Este planteamiento de Cervantes, el de la superioridad del ingenio, lo vemos una vez más en las palabras del estudiante cuando dice que presume “de decir mi razón con palabras claras, llanas y significantes”; este tema, la pureza de la lengua, y el del arte de la esgrima están expresando lo mismo: la Naturaleza es vencida por el arte. “Esta nota repetida de ingenio, traza, está apuntando al desenlace de las bodas de Camacho” ( Casalduero)


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